Envol, el nuevo trabajo de Qayna, comienza con una suerte de coros femeninos, violines, laud, chelo y percusión que evoca al pasado misterioso de las composiciones del Norte de África de hace más de 15 siglos y de aquellas mujeres, sirvientas de élite, que servían te y canciones a los señores envueltas en joyas, ricas vestimentas y sensualidad.
Pero también contiene una intensidad y una urgencia contemporánea.
Ashiq radif, el segundo corte del disco, parece un lamento bello sedado por las flautas, aunque su letra habla de descanso. El siguiente, Jamalek, canta la alegría de una prosperidad tranquila.
Así es Qayna, un proyecto que viaja en el tiempo pero que aúna instrumentos de este siglo y del pasado; una combinación de poesía, ritmo, melodías y de historias individuales. Y un ejercicio para admirar, desde nuestros asientos, pero que invita a balancearse entre tules en público o en la intimidad.
Ambas opciones podrán llevarse a cabo este martes en la sala madrileña de Galileo Galilei. Qayna también tiene previsto ofrecer su espectáculo de aromas arábigos en Canarias.
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